Carta a un político corrupto
Lo que muchos peruanos justos deseamos dejar en los buzones de los llamados vendepatrias.
Despreciable señor:
Quiero expresarle, en nombre de todos los Peruanos, el dolor que sentimos y los problemas que padecemos, todos, por su maldita maña de apoderarse de lo ajeno.
Ignoro si a esta hora planea algún desfalco a la salud, la educación, las obras públicas o las pensiones, si vende pedazos de patria a mineros inescrupulosos, si planea en secreto aumentarse la pensión o el sueldo, o las dos cosas, a cambio de favores burocráticos, si conspira con otros corruptos para deshacerse de un funcionario correcto e incomodo para sus fechorías, o si se desplaza por la ciudad en una camioneta blindada escoltada por varios hombres pagados con mis impuestos. Donde quiera esté, le hago llegar este sentimiento colectivo de rabia hacia lo que usted asquerosamente representa.
Sé que en sus adentros justifica el ser hampón con frases como: "si no lo hago yo, lo hace otro", "tonto si no aprovecho las oportunidades que me da la vida", o, "el vivo vive del sonso y el sonso de su trabajo". Frases que suelen hacer carrera en un país de ignorantes y ventajosos como usted, donde pasar por la administración pública sin amasar una fortuna, mal habida, es sinónimo de pusilanimidad.
Pero se equivoca delincuente. No es la vida la que le brinda las oportunidades de ser famoso y rico. Somos los que usted llama tontos, los peruanos de bien, confiados en su honesta gestión, quienes le brindamos, con nuestros votos, esa privilegiada oportunidad de ser importante y obtener dinero honradamente. Otra cosa es que usted la desperdicia canjeando buen nombre por dinero, porque el poder lo enceguece y la ambición lo carcome.
El día de su elección, con lluvia o con sol, miles de ciudadanos se levantaron, tomaron un transporte y acudieron a hacer cola en una urna para depositar un voto de fe a nombre suyo. Siempre con la esperanza de que gane para que gestione bienestar para la población. Y siempre nos equivocamos. Usted termina gestionando bienestar para su familia, sus amigos y cercanos. Cuando no capta nuestros votos de conciencia, los compra. Se va por los barrios pobres, arrodillando, con cara de miserable llevando, camisetas, llaveros, juguetes, promesas de empleo y vivienda y algunas veces hasta con dinero en efectivo. Con 20 o 50 solsitos, le arrebata, por cierto periodo de años, la posibilidad a una persona de captar los recursos que el Estado redistribuye entre los pobres. Porque una vez que llega al poder, usted impide que el dinero de la salud, las vías, los servicios públicos o la educación lleguen a sus legítimos dueños. Y como no llega el bienestar, la educación empieza a fallar, las familias en su angustia por sostener sus hogares descuidan a los hijos y estos hijos, muchas veces, terminan en la delincuencia, narcotráfico, etc. Y desde sus orillas delincuenciales, a las que usted los abocó, empiezan a destruir el país. Extorsionan, secuestran, roban, asesinan inocentes, trafican con drogas, acaban con familias, se explotan a niños que deberían estar engrandeciendo la patria con su ingenio y no en las esquinas vendiendo caramelos. Entonces lo veremos a usted indignado en la televisión, tomando medidas militares y de "choque" para "acabar con esos delincuentes y terroristas."
Qué hipócrita es usted. Todas estas vidas desperdiciadas en el mal camino al que usted los abocó y todos estos muertos, pagan sus juergas, sus viajes en avión privado y lujosos hoteles, sus tragos, los perfumes con los que se impregna de falsa simpatía, la ropa de marca que le compra a sus hijos, a su cónyuge y a sus amantes. Todos estos crímenes y todo este dolor que padecen las familias arrasadas por la violencia son culpa suya señor corrupto. Culpa directa. Pagará por ellos.
Por eso, cuando viaje, cuando esté sentado con los suyos en los cómodos sillones de primera clase de un avión, asómese por la ventanilla de la nave y observe el verde, la riqueza y esos caudalosos ríos serpenteando por entre la inmensa grandeza de nuestro país, ese país que usted destruye con su maldad y su podredumbre mental. Siéntase Buitre, siéntase escoria humana al saberse depredador de esa grandeza.
Recuerde que ese dinero que lleva en el bolsillo para gastarlos en casinos, lujosos hoteles y grandes banquetes, le pertenecen a esa gente que toma agua de los ríos, come de las basuras o se educa en la guerra de la calle. Esos miserables que se paran en los semáforos para poder llevar un pan a sus familias desplazadas por violentos y corruptos ambiciosos como usted. Es el dinero de los pobres, de los que votan por usted, de los que lo llevan a lugares de privilegio con la esperanza de que usted les solucione los problemas. Esos pobres que desayunan con agua de cocoa y un pan. Esos pobres que sufren mirando comerciales y vitrinas con carros, ropas, zapatos y casas que nunca podrán comprar. Esos pobres que no salen a pasear más allá de los parques de la ciudad o pueblitos cercanos porque la gente como usted los mira despectivamente y con desconfianza. Esos pobres que empeñan sus cositas al 120% anual o al 10% diario, para suplir una urgencia en sus casas. Esos pobres que atraviesan la ciudad apretujados en un bus, o que caminan decenas de cuadras para llevar hojas de vida con la esperanza de un empleo. Hojas de vida que cuando llegan a su despacho son lanzadas al tacho de la basura o apiladas en un inmenso archivador con comentarios como este: "Qué tipo tan necio", "dígale que estoy en una reunión" Porque así termina burlándose de esos pobres que usted luego maldice cuando cometen algún desmán.
Usted sabe que aquí en la tierra se salva de la cárcel comprando jueces, sobornando fiscales y hasta matando testigos pero no crea que uno se puede pasar por la vida cometiendo crímenes sin pagarlos. En algún lugar habrá alguien esperándolo para enjuiciarlo. Ya no con jueces sobornables que consideren su investidura ni bajo leyes politizadas y laxas, ni inmunidad y menos impunidad. Se trata del Juicio de Dios, ese del que nadie escapa porque su ley es una sola. El que la hace la paga. Y lo que usted ha hecho, no sólo no ayudar a los pobres como es su deber, sino quitarles lo que les pertenece, que cosa tan cruel y despiadada, se paga triple.
Para despedirme, reprimiendo un nudo de insultos de grueso calibre en la garganta, le quiero decir, en nombre de la gente decente de mi país, que es usted el Cáncer de la sociedad, el SIDA de la administración pública, la Sífilis del erario, la vergüenza de su familia, aunque no se lo digan, la escoria humana de este planeta, un bollo perfumado, un ser excremental. Relea este último párrafo para que nunca se sienta menos. Es usted un buitre carroñero que le sacará las tripas a su propia madre cuando no tenga con qué pagarse los gustos a los que la democracia estúpida que vivimos lo tiene acostumbrado.
Si después de leer esta carta siente deseos de morirse, cosa que descarto porque no goza ya de una pizca de conciencia, no pierda el impulso. Seres como usted no son dignos de habitar este reino, este paraíso que usted mismo quiere convertir en muladar.
Lo esperamos en las próximas elecciones con la nueva sonrisa que le diseñen sus asesores de imagen y el dinero que le den los contratistas de la ciudad, los narcos, los banqueros, los mineros y grandes grupos económicos. Lo esperamos con su cara cínica y una pose de héroe nacional en afiches, vallas y pancartas. Lo esperamos con nuevas promesas o slogans como: "No más corrupción", "no más injusticia social", o "no más violencia", "inclusión social". El subtexto dirá que es usted lo que este país necesita. Ya llegara la época electoral. Lo queremos ver de nuevo tomándose fotos con niños de cara sucia, comiendo en casas humildes sin disimular el asco, abrazando ancianas mal olientes, llevando médicos a barrios pobres y comunidades indígenas, asistiendo a misa. Traiga sus escoltas con mochilas repletas con muchos fajos de dinero. La gente que usted mal educa y pone a aguantar hambre le va a recibir los 20 o 50 solcitos por su voto. Rómpales con humillación su derecho más sagrado, el de elegir o votar en blanco. Úntese de pobres por 3 o 4 meses aunque llegue a su casa a desinfectarse en la ducha. Dígales mentiras, todas las posibles, se las van a creer porque usted sabe que si los políticos dijeran la verdad ninguno saldría elegido. Ejecute a los empleados de su cuota burocrática exigiéndoles 50 votos a cada uno si no quieren perder el puesto. Haga alianzas con el diablo para multiplicar su poder. Pague periodistas y encuestas para que le den el liderato. Los ignorantes que usted ha creado votan por el que va ganando. Pague asesorías de bandidos con título de publicistas para que difamen a sus contrincantes honestos. Todo vale. "El fin justifica los medios".
No olvide que la política en este país da más plata que la coca. Ah y no tenga miedo de perder sus privilegios, sus escandalosos salarios, sus numerosas primas, sus ofensivas pensiones, y hasta el pago de sus viajes, sus celulares, su vivienda y sus carros por cuenta de nuestros impuestos, porque saldrá elegido nuevamente. No le quepa duda. Porque si los zarrapastrosos le fallan, siempre habrá un registrador municipal o local, o un funcionario de la Registraduría, tan corrupto como usted, dispuesto a venderle, en bloque, los cientos o los miles de votos que le hagan falta.
Y cuando se siente en el trono, amanguálese con los corruptos de otras ramas y acaben con las leyes, los decretos o las normas que los perjudican judicialmente. Elija sus propios jueces, invente nuevas trampas jurídicas que lo blinden de sus fechorías y legisle para destrozar los controles que le impiden robar y matar con mayor impunidad. Y si se llega a caer, por aquellas cosas extrañas de la vida, tampoco tema. Pagará la irrisoria condena en su mansión, bronceándose en la piscina en medio de juergas y negocios sucios mientras hace campaña electoral a un hijo(a), hermano(a), a un cuñado(a), su esposa o su amante con tal de no perder los privilegios del poder.
Ah y por favor, no siga heredando sus malas costumbres a sus hijos. Ya los ve uno por las ciudades en sus carros lujosos sobornando policías, conduciendo ebrios y pisoteando a los humildes con su cultura de intimidación y opulencia. Son sus hijos, su propia sangre. Los últimos a los que un padre debería enseñar tan terribles prácticas.
Le diría hasta luego hijo de puta, pero su madre no tiene la culpa de haber parido una bestia tan monstruosa. Dejémoslo en, lo espero en mi casa.